sábado, 5 de septiembre de 2009

La ruptura: 2ª parte: diez días antes… la distancia.

En un café de la zona de Congreso…
Matías – Hola Ana, ¿como estas?
Ana – Hola Matí, bien ¿y vos?
Matías – Bien.
Ana – Matías, Romí no está bien. Te pidió un tiempo y no la dejaste en paz ni un solo día de las dos semanas, ¿Qué te pasa?
Matías – Es que yo la amo y no puedo estar sin ella.
Ana – Ella también te ama, pero la estás haciendo mierda.
Matías – ¿Por qué no vino ella?
Ana – Por que no quiere verte.
Matías – Y si me ama, ¿Por qué no quiere verme?
Ana – Matías, por favor, pensá lo que estás diciendo. La estás volviendo loca, la llamás, la fuiste a buscar cuatro veces cuando habían acordado no verse. Le hiciste escenas de celos en medio de la calle. Yo no entiendo que te pasa, la estás perdiendo.
Matías – No me pasa nada. Solo quiero que venga ella a verme, la necesito.
Ana – Mientras no depongas esa actitud eso es imposible.
Matías – Decile que la necesito, que la amo.
Ana – Está bien, se lo voy a decir, pero no te aseguro que quiera volver a verte.

Y hablaron luego veinte minutos mas… de su trabajo, del tiempo que hacia que se conocían, se rieron, pero muy poco… la palabras se cruzaron en medio de la confusión y el nerviosismo reinante, ninguno de los dos entendía el papel que debía jugar (él por que estaba destrozado… ella por que nunca supo como enfrentar la situación en la que se encontraba ahora sumergida)… se vieron siempre dominados por el deseo (o la ansiedad) de irse lo antes posible del lugar.
Ana - Bueno, me voy, se me hizo tarde. Chau Matías.
Matías – Chau.
Se dieron un beso y Ana se fue… y Matías, quién momentos antes fuera el mas apresurado por irse, se quedó un rato mas en el bar mirando por a través del cristal sucio que daba a la calle sin pensar en nada mas que en Romina.

En el departamento de Ana…
Romina - ¿Qué te dijo?
Ana – Está desesperado, nunca había visto a un hombre así. Tenía los ojos desencajados como si no hubiera dormido en días, cuando hablaba parecía agonizar. Me fui del bar con una sensación de vacio irreproducible asomándome por el pecho. Está desquiciado, no creo que sea bueno que vayas a verlo.
Romina – Entonces: ¿quiere verme?
Ana – Si, me pidió que te dijera que te ama y que quería verte.
Romina – ¿Tan mal lo viste?
Ana – Si Romí, estaba destruido, nunca vi algo así. No coordinaba ningún pensamiento, estaba confundido, hundido en un laberinto. Huía en todo momento, estaba contrariado… él, que siempre sale airoso de cualquier situación incomoda. No sabes lo que era, es una pena verlo en ese estado.
Romina – Será mejor que vaya a verlo.
Ana – No, no vayas, tengo miedo por vos. No me pareció que estuviera en el total uso de sus facultades mentales… y en ese estado el ser humano es capaz de hacer cualquier cosa. Vos sos psicóloga, lo sabés bien. Lo mejor será que no lo veas por algún tiempo.
Romina – ¿Y si cumple con sus amenazas?, ¿y si se mata?
Ana – No creo que vaya a hacer nada de eso. Esta mal, pero nunca tuvo tendencias suicidas.
Romina – Ana, son seis años juntos, no puedo no preocuparme. No puedo dejarlo solo.
Ana – Es que no me parece que verlo sea la mejor forma de ayudarlo. Tiene que aprender a no tenerte. Lo acostumbraste a volver siempre, por eso se está comportando así.
Romina – Pero no puedo, es más fuerte que yo, tengo que ir a verlo.
Ana – Llámalo, acordá un encuentro para dentro de una semana, prométele que vas a ir, pero que él se comprometa a no molestarte durante todo ese tiempo… y ahí ves si es capaz de cumplir sus promesas. Si es capaz de eso, existen posibilidades de que cambie, si no cumple va a ser mejor que comiences a olvidarlo.
Romina – Si, tenés razón. Voy a llamarlo.

Y Romina se resistió a correr hacia él, aunque a decir verdad quería hacerlo. Esa noche no pegó un ojo. Se acostó de frente a la ventana de un noveno piso que dejaba ver por entre las cortinas un cielo estrellado como paisaje dominante. Intentó encontrar en las miles de constelaciones alguna explicación... no sabía que estaba buscando.
Cuanta falta le hacía en este momento su cajoncito de primeros auxilios… su manual de prácticas de convivencia básicas para pacientes con síntomas de desesperación y abandono anunciado, futuros divorciados a no ser por su intervención sanadora.
“…Adonde han ido a parar Freud, Jung y tantos otros psicólogos destacados en el momento en que uno quiere servirse de ellos para uno mismo y no para obtener un lucro… si ahora ella era la que estaba pidiendo auxilio, ¿por que todo en derredor era silencios?…” pensaba mientras se enroscaba triste en las sabanas blancas.
Fue así que, con los ojos mojados, Romina pasó la noche en vela pensando en Matías, que se encontraba a escasos 20 minutos en colectivo también mirando por la ventana de la sala de estar a las estrellas semidormido sobre su tablero de dibujo.

5 comentarios:

  1. Últimamente he descubierto un montón de historias de hombres desauciados, tristes, arruinados, por una ruptura.

    Llegan a mí en formato blog, canción, cuento.

    No sé q pasa, pero vienen sufriendo más los hombres que las mujeres... o lo vienen expresando más, en todo caso.

    EVAC: no devuelvo visitas por compromiso.
    Seguiré pasando de vez en vez.
    saludos desde la otra orilla !

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  2. Hola... bueno, de todo esto, lo primero que se me viene a la cabeza es que las amigas no pueden decidir lo que uno tiene que hacer. No me gusta cómo Ana dice tanto, no sé. Lo digo por experiencia, supongo. Estoy convencida de que las cosas salen mejor cuando uno se esfuerza -en todo caso- por ser quien es. Me gustó! Besos!

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  3. Chica pastiche... puede ser… quizá sea que el varón se esté volviendo mas sensible. Mmm, la verdad: debe ser una racha negativa nada mas, ja…
    EVAC: Me agrada saberlo.
    Va un beso volando hasta su bonita orilla, esperemos que no se lo lleve el viento…

    Marina, de eso se trata… de todos los errores posibles hasta llegar al punto de romper… tirar y tirar hasta que se corta la cuerda… Coincido plenamente, yo rara vez pido consejo, prefiero el golpe del pavimento a las voces amigas y erradas, es decir, prefiero la experiencia por acción propia… mirar desde fuera el problema es lo mas fácil, pero nunca lo mejor… ¡Besos!

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  4. No creo en los amigos haciendo de emisarios, lo mejor es hacer lo que sale hacer, alejarse, poner distancia, buscarse, lo que sea.
    Y si el otro pide distancia y tiempo, por mas que uno no le entienda, darle ese tiempo sin forzar el encuentro. Sino juega en contra.

    un beso

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  5. Me gusta lo que acabo de leer, me parece buenísimo... con tu permiso seguire leyendo tus otros post.

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