domingo, 2 de agosto de 2009

Invierno

Hablaban como dos enamorados sumergidos uno en el otro, dispuestos a ahogar en cada palabra un pasado de llantos. Él la miraba, ella olvidaba que había sido triste algún día, y se hundía en sus ojos oceánicos y revolvía lo bello de las lágrimas que no se derramaron todavía.
Los dos eran jóvenes y errantes, él quizá un poco mas dócil, ella siempre revolucionaria. Eran dos estrellas en una mesa de café, en una banqueta de plaza, en un cordón de vereda, en donde fuera que estuvieran. “Siempre que estuvieren juntos serian estrellas” – Pensaba yo.
Sus charlas no tenían rumbos, sus vidas tenían un sentido. Eran el refugio. Eran la vida misma en su más bella concepción; y nada les importaba el entorno.
Nunca se acariciaron, nunca se dieron un beso en público. Pero yo se que él la amaba con locura y se que ella lo amaba también.
A pesar de eso, ayer la vi a ella, iba de la mano de otro chico. Nos cruzamos cara a cara (creo que no se acordaba de mi), y haciéndome el olvidadizo volví a pasar para reconocerla, y si, era ella, ya no tenía dudas; entonces me pregunte “¿Qué habrá sido de él?”
Hoy me desperté en medio de la noche, y me sorprendí soñando con ellos dos aun enamorados, y decidí darlos a conocer en esta historia. E ilusionarme con que la magia o alguna fuerza sobrenatural los haga recordarse tal cual eran en aquel invierno y vuelvan a encontrarse algun día para malgastar algunas horas mirándose. Solo mirándose.

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