lunes, 24 de agosto de 2009

Pintando paredes

En una pared, y en mala letra, están pintados dos nombres, uno junto al otro… pero pronto se vendrán abajo o serán cubiertos por otros nombres, y lo saben ellos que son sus dueños… algo así como: “…Tinta sobre tinta con destino a ser borrada por papel de lija y una tercera mano de pintura…”
Quizá todo esto ocurriese al mismo tiempo que aquellos jóvenes estén amándose confundidos en una cama cansada y ruidosa, en un habitación marrón con borrones de humedad. En una pensión de La Boca, Palermo, Recoleta, Flores o cualquier cuarto de Buenos Aires, siempre que sean ellos los amantes incansables.
Pero un paredón, en fin, que luego se vendrá abajo y que al apagarse su corazón gritará purpureo - “¡Jacqueline! ¡Bruno!, no me abandonen, por ustedes he sido recordado en este barrio de mendigos y flores secas”- e intentará acudir a los restos de un amor que se estará hundiendo en una pecera de cristal pálido. A las ruinas de una revolución hormonal adolescente afectada por el tumultuoso devenir de la madurez. ¿Quién no ha soñado ser eternamente adolescente al menos para amarse?

El paredón estallará y se derrumbará cansado, sostenido solo por huellas de una relación que supo ser tan penetrante. Sabemos que así será.
Y como una fortaleza vencida e incendiada por el enemigo (en estos casos: los celos, el hartazgo, la estupidez, el encierro...) caerán en cuartos distantes las ropas de estos jóvenes desinteresados; y a ninguno le importará lo que el otro sienta, o quizá si, pero para ese entonces habrán aprendido ya el arte de tolerar hacerse daño, cualquiera fuera la forma de castigo. Y también para ese entonces habrán sacrificado al amor y su deseo ardiente cederá (seguramente haya cedido tiempo antes)… quedaran solo cenizas que el viento pronto esparcirá por los callejones húmedos del otoño.
Y ni la búsqueda entre los escombros de un “Bruno”, de una “Jacqueline” en fragmentos quebrados de ladrillos, ni el intentar rearmar el rompecabezas del recuerdo podrá avivar el apetito de las almas extraviadas, de los cuerpos estériles y abatidos. De estos dos bellos y acorralados jovencitos condenados a la distancia.

Quizá sea el paso del tiempo, la inconstancia… quizá la inmadurez (o la “madurez”)... quizá la falta de condimento o el exceso de éste... la verdad, no lo se. Pero como todas las edificaciones que no han sido bien cuidadas caen derruidas… cayó derruido también este paredón, por más base fuerte en que haya sido fundado; y arrancó de las tapias y veredas este amor que un barrio de Buenos Aires pronto olvidará.

4 comentarios:

  1. cross en la mandíbula para los amantes.

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  2. Igual, de seguro, valió la pena
    Los arboles son mas duraderos… malditos hipócritas!

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  3. Que triste!
    lo de la fortaleza vencida, tan gráfico...como saber que indefectiblemente el destino es ese.
    y después volver a empezar, con otras voces, otras manos, otros nombres pintados.
    Me puso triste, porque así es la vida.
    saludos

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  4. Ana: si, es un poco triste ver como se desgastan las relaciones y no darse cuenta de eso, o lo que es peor, darse cuneta y no hacer nada para salvarlas, pero como dijo Verborrea: valen la pena, si hubo amor, ya está pagada la ronda… y uno va a seguir buscando siempre al/la indicado/a... Los arboles pueden también ser derribados, pero confiemos en que no… así nos volvemos a enamorar rápidamente.
    No es un cross Marina, es un golpe suave, dado en el momento justo, para despabilar a los que se están durmiendo...

    Gracias a las tres por la visita… Besos!!

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